San Pedro Sula, Honduras.
Pascual Zelaya (28) pasó los 80 días más largos de su vida en centros de detención transitoria en Estados Unidos adonde esperó primero ir a la corte y luego que el consulado hondureño llegara al lugar para darle el salvoconducto con el que fue deportado a Honduras.
Ayer el joven hondureño después de vivir seis años en Estados Unidos donde quedó sus esposa y sus dos hijos llegó deportado.
Pascual logró llegar a Estados Unidos y trabajar en restaurantes, primero como mesero y luego, ascendió a gerente con lo que pudo mantener a su familia en ese país y ayudar a sus padres en Honduras.
Pero en junio le hicieron una infracción de tránsito por no andar licencia y con eso enfrentó un proceso y luego su deportación.
Zelaya relató que primero fue llevado a un centro de detención en Alabama donde por una semana estuvo aguantando el frío en el día y la noche.
Al igual que él muchos inmigrantes cuentan lo que viven en los centros de detención en Estados Unidos.
Luego pasó a otro de los centros en Luisiana adonde relató que solo les daban emparedados con mortadela helados y de tomar solo agua.
“Ponen tan heladas las áreas donde estábamos unas 80 personas sin podernos bañar, porque dicen que eso evita que crezcan las bacterias”, relató el hondureño.
Indicó que ese clima hace que se enfermen y les dan medicinas, “pero tuve que hacerme té de cáscaras de naranja para poderme curar”.
Sin ayuda consularPascual, al igual que otros hondureños que llegaron ayer deportados al centro de migrantes a inmediaciones del aeropuerto Ramón Villeda Morales, señaló que lamentan que el personal de los consulados de Honduras en Estados Unidos no llegue con frecuencia a los centros de detención.
“Miramos que a los mexicanos y guatemaltecos los sacan en una semana y nosotros pasamos casi tres meses en esa agonía”, dijo uno de los deportados.
Moisés Carrasco es otro de los connacionales que dejó a su hijo y esposa en Estados Unidos y desde junio estaba en una cárcel en la que había personas privadas de libertad por delitos.
Esta es la tercera deportación de Moisés y asegura que cuando son capturados por la patrulla fronteriza el trato es peor.
“Nos dan un castigo como para que no volvamos a su país, pero yo allá dejé a mi familia y debo regresar”, apuntó.
“Al llegar a Honduras, la baleada y el café que me dieron en el centro de migrantes fue lo mejor, tenía tiempo de no sentir una comida con sabor”, dijo.
Muchos de los hondureños retornados cuentan las mismas historias de malos tratos, el hacinamiento que viven en los centros de detención y “sobre todo sentimos que no somos apoyados por los consulados”, dijo otro de los compatriotas.
“Traemos el mensaje de los que quedaron esperando su deportación, que hagan algo rápido, estar en esos lugares es peor que estar en una cárcel de Honduras”, manifestó.
Los hondureños dicen que cuando tienen oportunidad de hacer llamadas a los consulados ni les contestan, por lo que tienen que esperar hasta que ellos lleguen tal vez una vez por semana.
Las condiciones en las que pasan miles de migrantes salieron a la luz pública luego de que una corte de Arizona, Estados Unidos, autorizó su divulgación tras una denuncia presentada por el American Inmigration Council, el National Immigration Law Center ACLU de Arizona.
La denuncia afirma que niños, mujeres y hombres son llevado a “celdas heladas, sucias y hacinadas durante días en violación de la constitución”, lo cual ha sido constatado con las imágenes.