Nueva York, Estados Unidos.
Riad, Jerusalén, Belén, Roma, Bruselas y Sicilia: el presidente Donald Trump, en dificultades en Washington, inició ayer una gira que será analizada con lupa en las capitales del mundo.
El mandatario estadounidense despegó ayer de Washington, a bordo del Air Force One, en su primer viaje al exterior, acompañado por su esposa Melania y su hija Ivanka, quien es también su consejera.
Este primer viaje extraordinariamente prolongado -cinco países en ocho días, una variedad de entrevistas bilaterales, desde el rey saudita Salmán al papa Francisco, pasando por el nuevo mandatario francés Emmanuel Macron- promete ser un ejercicio difícil para el presidente de EUA.
Desde VenezuelaEl presidente Nicolás Maduro exigió ayer a Donald Trump, sacar sus “manos cochinas” de Venezuela, luego de que éste afirmara que la situación del país petrolero es una “vergüenza para la humanidad”.
“¡Saca tus manos cochinas, ya basta de intervencionismo imperialista!”, dijo Maduro.
La avalancha de revelaciones que precedió a su partida lo puso en una posición delicada en su país y revivió también las dudas sobre su capacidad para desempeñar la función presidencial en presencia de sus homólogos.
Ayer mismo el Washington Post publicó que, según fuentes anónimas cercanas a la investigación, la indagatoria del FBI sobre los posibles vínculos de la campaña de Trump con Rusia se extendieron a un alto funcionario que trabaja actualmente en la Casa Blanca, como una “persona con un significativo interés”.
El New York Times reveló a su vez ayer que Trump había calificado el 10 de mayo de “loco” al exdirector del FBI James Comey, un día después de haberlo despedido, durante un encuentro con el canciller ruso Sergei Lavrov en el Salón Oval.
“Acabo de echar al jefe del FBI, estaba loco, completamente chiflado”, habría dicho Trump al diplomático, según un informe oficial sobre la reunión redactado por la Casa Blanca y que fue leído al New York Times.
En Riad, adonde llegará hoy, Trump deberá esforzarse para marcar el contraste con su predecesor, quien despertó la desconfianza de las monarquías sunitas del Golfo.
Un discurso enérgico frente al Irán chiita, silencio en temas de derechos humanos, probable anuncio de contratos de armas; son los ingredientes para que la recepción sea buena.
Pero el presidente está haciendo una apuesta arriesgada al pronunciar en la capital saudita, ante más de 50 líderes de los países musulmanes, un discurso sobre el Islam.
“Voy a llamarlos a combatir el odio y el extremismo”, prometió antes de su partida, citando una “visión pacífica del Islam”.